Luis García Montero
La herencia
recibida
Publicado: 20/07/2012 07:00
Culpar por sistema
al otro es una estrategia propia de la ratonería política. Eso es lo que hace el
Gobierno actual cuando responsabiliza de los problemas de España a la gestión de
Rodríguez Zapatero.
España y Europa sufren una crisis política, económica y
cultural de primera magnitud. Dentro de la crisis general europea, el declive de
la situación española está llegando a unos extremos sociales alarmantes.
Por eso
conviene tomarse en serio la meditación sobre la herencia recibida y buscar la
geografía profunda de las responsabilidades. ¿De qué herencia hablamos? ¿Por qué
asistimos a este deterioro democrático en el que los derechos y los valores
cívicos se han convertido en una mercancía prescindible, una conquista de usar y
tirar?
Por lo que se refiere a Europa es hora de asumir los errores del
proceso. Favorecer una unidad de mercado y apostar por una moneda única sin
construir un Estado, un ámbito político capaz de regular la economía al servicio
de los ciudadanos, ha sido una de las imprudencias sociales más graves de la
historia contemporánea.
Someterse a los vientos de los poderes financieros sin
una fiscalidad común y sin un Banco Central activo fue una cruel temeri[29BARRA:
50]dad ideológica en un momento en el que la economía especulativa borraba de
las ambiciones mercantiles los recursos de la economía productiva.
En ese
sentido la responsabilidad va de Rajoy a Zapatero, y de Aznar a Felipe González.
Esa es la herencia, nuestra responsabilidad, compartida con el resto de los
países europeos.
También compartimos con otros países la confusión
dominante en los últimos años entre modernidad y mercado salvaje.
La eficacia
económica pasó a relacionarse de forma inevitable con la privatización de
servicios públicos y la pedagogía se puso en manos del dinero.
En los planes de
estudios, las líneas de investigación y los paradigmas culturales, los valores
éticos que ayudaban al equilibrio social y la convivencia se humillaron a la
rentabilidad económica. El reconocimiento público se convirtió en un asunto de
saldos bancarios y resultados de negocio.
¿Dónde están los intelectuales? Una
pregunta cínica cuando llevamos años esforzados en la liquidación política del
humanismo.
Esta inercia generalizada ha hecho más daño allí donde la
situación democrática estaba lastrada por la debilidad. Es el caso de España.
Aunque se intente identificar ahora el Estado de las Autonomías y sus servicios
públicos con el derroche imprudente, los datos demuestran que España está por
debajo de la media europea en la inversión educativa, sanitaria, administrativa
y social.
Ahí nos separamos de Europa, como nos separamos también en el trato
ofensivo que se les está dando a unos ciudadanos. Tenemos un Gobierno que nos
criminaliza.
El Ejecutivo hace sin pudor exactamente lo contrario de lo
que recogió y prometió en su programa electoral.
El Congreso de los Diputados
lleva días defendido por un cerco policial. Nadie puede pasar por la Carrera de
San Jerónimo.
Como si estuviésemos en un Estado de Excepción, se actúa a través
de decretos. Asistimos al espectáculo delirante, propio de una farsa
tercermundista, de que los hooligan parlamentarios animen una sesión trágica
aplaudiendo cada vez que el presidente anuncia un recorte de derechos económicos
o cívicos.
Una diputada llega incluso a resumir en frase muy ilustrativa, "que
se jodan", el sentimiento de prepotencia, casta y alejamiento de la realidad
social que caracteriza a los gobernantes.
Las mujeres de los mineros son
registradas en bragas y sujetador para entrar en el Congreso.
Se suspende la
información pública libre a través de un cambio en la legislación que somete el
trabajo de los profesionales al control del partido en el poder.
El BOE no para
de publicar indultos para políticos corruptos y policías condenados por tortura.
Esto se parece mucho a un régimen.
El concepto de herencia recibida,
desde una perspectiva cívica, salta de Felipe González a Adolfo Suárez y de éste
a Franco. Hasta hora se han cantado las glorias de la Transición.
Es el momento
de reconocer sus errores. En España no habría una Ley Hipotecaria tan injusta si
el poder financiero no hubiese conservado un peso político propio de una
dictadura.
En España no existiría un funcionamiento judicial tan anómalo -la ley
no serviría para blindar a los caciques sociales-, sin un Poder Judicial marcado
por un gremialismo y un sectarismo burocrático propios de una dictadura.
Y la
crisis no se resolvería con el desprecio a los ciudadanos, con la devolución
económica, laboral y social de sus vidas, sin una soberbia gubernativa propia de
una dictadura.
Esta es la herencia recibida: el lado oscuro de una Transición
que ha tratado a los más notables herederos del fascismo como si fuesen padres
de la democracia.
"El azar no tiene perdón si se ha ofendido a una
divinidad", escribió Ovidio después de que el emperador Augusto lo desterrara a
Tomis.
El ámbito sagrado de la dignidad social lo marcan el respeto a la memoria
democrática, la virtud pública y los derechos de los ciudadanos. La herencia
recibida de la Transición ha ofendido muchos valores sagrados.
Y ahora lo
estamos pagando. Es una responsabilidad colectiva.
sábado, 21 de julio de 2012
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario