NORBERTO GONZÁLEZ DE VEGA* | EL MUNDO
- 27/06/2012
Corrían los años cincuenta del pasado
siglo en una capital de provincia andaluza, cuando el entonces ministro de
trabajo del régimen surgido tras la Guerra Civil pronunció, al inaugurar el
nuevo hospital del recién creado Seguro Obligatorio de Enfermedad, la siguiente
frase: «No consentiremos que los señoritos aprendan medicina en el cuerpo de los
pobres obreros».
Treinta años más tarde, el todopoderoso
vicepresidente del gobierno socialista salido de las urnas afirmó que no pararía
hasta que los médicos fuesen en alpargatas. Sirva esto como ejemplo del maltrato
con que los políticos de cualquier origen y condición han obsequiado
tradicionalmente a la clase médica.
A pesar de ello, los médicos,
maltratados y malpagados (en Portugal, cientos de médicos españoles ejercen en
condiciones laborales mucho mejores), han conseguido mantener un grado de
consideración y prestigio en nuestra población muy superior al de la clase
política, percibida desde hace años en las encuestas como uno de los principales
problemas.
Se nos dice ahora machaconamente que la
lamentable situación en la que nos encontramos se debe a que hemos vivido por
encima de nuestras posibilidades.
No habrá sido el caso de la inmensa mayoría de los médicos. Viene a mi memoria un articulo publicado hace años en el diario El País por un prestigioso cirujano cardiaco de Madrid, mi amigo Juan José Rufilanchas, que lamentando la muerte prematura de uno de sus colaboradores en el Hospital 12 de Octubre, comentaba cómo el sueldo de un cirujano de corazón, cuya formación básica requiere un mínimo de 12 a 13 años, que luego hay que completar con estancias en el extranjero y una vida de estudio diario, era el mismo que el de un conductor de autobús de la EMT, cuyos emolumentos se habían dado a conocer en aquellas fechas por estar de huelga en demanda de un incremento salarial.
Nuestros problemas no vienen porque la
mayoría de los ciudadanos hayan vivido por encima de sus posibilidades. La causa
es bien distinta.
España sufre una grave infección, causada por una invasión de la política hasta en los últimos rincones de la sociedad. Como las bacterias en el cuerpo humano, los políticos son necesarios en pequeña cantidad, en el lugar adecuado y cuando hacen bien su trabajo, su proliferación excesiva y su migración a otros órganos conduce a la enfermedad y eventualmente a la muerte. Demasiados políticos, la mayoría sin la adecuada formación y algunos corruptos, han malgastado y malgestionado nuestros recursos (impuestos y fondos europeos) ocupando puestos para los que no estaban preparados, rodeándose de cientos de asesores carísimos e inútiles y creando empresas paralelas con el fin de eludir el control de los funcionarios de carrera.
Quiero recordar al lector como los
hospitales públicos, en muchos casos la empresa de más presupuesto de cada
ciudad, están generalmente gobernados por gestores mediocres cuyo único mérito
es pertenecer a la esfera del partido en el poder.
Sería absurdo ignorar que también la
corrupción ha entrado en los hospitales. Aunque «nosotros no somos Grecia»,
quiero recordar cómo en una entrevista, aparecida en el periódico
alemán Bild, el anterior primer ministro de esa nación,
Papandreu, señalaba a los hospitales como uno de los mayores nidos de
corrupción, enfatizando como el mismo producto, concretamente
un stent coronario, se pagaba en su país cuatro
veces más que en Alemania.
Hace aproximadamente 20 años, en una
visita de un jefe de Servicio al entonces consejero de Salud, el primero se
quejaba del mal funcionamiento de su hospital y, entre otras cosas, denunciaba
como todo se pagaba muy por encima del precio real, ya que las casas
comerciales, al no saber nunca cuando iban a cobrar, repercutían generosamente
en los precios los intereses de su financiación.
La respuesta del consejero fue la siguiente: «Doctor, eso es bueno. Ustedes, los médicos, no entienden de macroeconomía. Es bueno que las empresas estén endeudadas, porque así tienen que acudir a los bancos, y los bancos, al trabajar mucho, son muy solventes y pueden conseguir dinero del exterior a intereses muy bajos y luego ponerlo en circulación aquí a intereses más altos». Nadie me contó esta anécdota. El jefe de Servicio era yo y el consejero era el actual presidente de la Junta de Andalucía, José Antonio Griñán. De aquellos polvos vienen estos lodos. Ahora que los políticos piden sacrificios, los médicos, bien organizados, tienen en su mano, con actuaciones inteligentemente diseñadas y que nunca sean lesivas para los pacientes, exigir a los políticos que cedan a los técnicos adecuados la gestión de todo lo que, sin corresponderles, han asumido, con los resultados catastróficos que están a la vista. Estoy seguro de que los médicos están dispuestos a asumir los sacrificios que sean necesarios, pero nunca antes de que se desmonten las redes clientelares y los cientos de instituciones y organismos completamente redundantes y, por tanto, amortizables que, para mayor gloria de los políticos, han arruinado este país.
Ojalá alguien recoja este guante y sea
capaz de liderar a la profesión médica, al margen de los ineficaces colegios
profesionales y sindicatos, y así poder, además de a nuestros enfermos,
colaborar en curar a España de esta infección política que amenaza gravemente el
futuro de nuestros hijos y nietos.
*Norberto González de Vega es cirujano cardiovascular y fue jefe de Servicio de Cirugía Cardiovascular del Hospital Carlos Haya de Málaga. |
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46:28-hace 4 años
"SAS Gestión y eficacia"
Conferencia del cirujano
cardiovascular D.Norberto González de Vega. Organizada por 'Ciudadanos-Partido
de la Ciudadanía', Agrupación de Málaga
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