miércoles, 18 de abril de 2012

Carta a su Majestad el Rey

Querido Juan Carlos,

Me llamo Alberto Sicilia, y soy investigador de física teórica en la Universidad
Complutense de Madrid. Hasta el año pasado, enseñaba en la Universidad de Cambridge.
Decidí regresar a España porque quería contribuir al avance científico de nuestro
país.

A las pocas semanas de llegar, me llevé la primera alegría: Francisco Camps obtenía
un doctorado cum laude apenas 6 meses después de dimitir como presidente de la
Generalitat. Escribí dos cartas para felicitarle, pero no me respondió. Paco debe
estar muy ocupado. Quizás le contrató Amancio Ortega para que diseñe la colección de
trajes primavera-verano.

Abrí la segunda botella de champán al conocer los Presupuestos Generales recién
presentados. La inversión en ciencia se recorta en 600 millones de euros. Imagínate
que se nos ocurre apostar por la investigación y acabamos ganando un Nobel:
quebraríamos el orden geopolítico mundial. Hasta ahora, los Nobel científicos son
para británicos, alemanes, franceses o americanos. Nosotros nos llevamos los Tours,
los Rolland Garros y las Champions League. Si empezásemos a ganar también en
ciencia, ¿qué consuelo quedaría para David, Angela, Nicolas y Barack?

He sufrido la tercera y definitiva conmoción al saber de tu safari. Dicen los
periódicos que costó 37.000 euros, dos años de mi salario. Los que nos dedicamos a
la ciencia no lo hacemos por dinero. Al terminar nuestras tesis doctorales en física
teórica, algunos compañeros se fueron trabajar para Goldman Sachs, JP Morgan o
Google. Quienes continuamos investigando lo hicimos por pasión. La ciencia es una de
las aventuras más hermosas en las que se ha embarcado la especie humana. Al regresar
a España, entendí que atravesábamos una situación económica complicada. Por eso
acepté trabajar con muchos menos recursos de los que ofrecía Cambridge y un sueldo
inferior al que ganaba cuando era estudiante de primer año de doctorado en París.

Juancar, tengo que darte las gracias. Tu aventura en Botsuana me ha hecho
comprender, definitivamente, cómo es el país al que regresé.

Regresé a un país donde el Jefe del Estado se va a cazar elefantes mientras cinco
millones de personas no tienen empleo. Regresé a un país donde el Jefe del Estado se
opera de prótesis de cadera en una clínica privada, mientras miles de compatriotas
esperan meses para la misma intervención. Regresé a un país donde el Jefe del Estado
se va de vacaciones en jet privado mientras se fulminan las ayudas a las personas
dependientes.

Que yo me marche a otro lugar para seguir mis investigaciones no será una gran
pérdida para España. No soy el Einstein de mi generación. Pero me desespera pensar
en algunos físicos de mi edad que son ya referentes mundiales en las mejores
universidades. Muchos de ellos soñaban con regresar un día a España. Teníamos la
oportunidad de cambiar, al fin, la escuálida tradición científica de nuestro país.
Nunca volverán.

Hemos convertido España en un gran coto de caza. Pero aquí no se persiguen elefantes
ni codornices, sino investigadores. Dentro de poco podremos solicitar subvenciones a
WWF por ser especie en extinción.

Permíteme terminar con otra cuestión que me turba. En África hay cientos de jóvenes
españoles trabajando como cooperantes en ONGs. Chicos y chicas que viven lejos de
sus familias porque quieren aliviar el sufrimiento humano y construir un mundo más
decente. Si tenías tantas ganas de viajar a África, ¿porqué no fuiste a abrazar a
esos muchachos y a recordarles lo orgullosos que estamos de ellos?

Juancar, en tu último discurso de Navidad afirmaste que “todos, sobre todo las
personas con responsabilidades públicas, tenemos el deber de observar un
comportamiento adecuado, un comportamiento ejemplar”. Y digo yo, si unos meses
después tenías planeado ir a cazar elefantes, ¿por qué no te callas?

Dr. Alberto Sicilia.

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